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viernes, 26 de marzo de 2010

curiosidades sobre libros


Algunas curiosidades muy curiosas sobre los libros



-Muchos críticos literarios que no tienen mucho que decir de una obra o buscan destacar frente a la obra que critican, hacen hincapié en los gazapos o errores tipográficos del texto, como si así hubieran descubierto un fallo que desmerece a toda la obra. Bien saben los escritores y hasta los correctores estilísticos que obtener un texto limpio de errores es una tarea titánica. Ej ejemplo paradigmático lo podéis encontrar en obras universales, que están repletos de errores. En El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Cervantes, por ejemplo encontramos que Sancho Panza vende un asno y poco tiempo después, sigue viajando a lomos del asno. O que el casco de Don Quijote se hace trizas en un capítulo y al capítulo siguiente sigue intacto. O que ambos personajes cenan dos veces en una noche y Sancho saca dinero de un monedero que había perdido con anterioridad.

En Robison Crusoe, de Daniel Dafoe, el protagonista, tras el naufragio, se desnuda completamente y nada hasta los restos del buque, encallado junto a la playa. Una vez allí, recoge diversos objetos del barco y… ¡se los guarda en los bolsillos!

En vano, un impresor llamado Robert Foulis (1707-1776) trató de llevar a cabo en cierta ocasión una edición de clásicos que no tuviera ni un solo error de imprenta. Para conseguirlo, hizo revisar su libro por más de cinco correctores diferentes y exhibió ejemplares de muestra en varias universidades y bibiliotecas, retando a los lectores a que descubrieran alguna errata en ellos. Cuando por fin llegó al fin de la impresión, se descubrió que, pese a todos los esfuerzos, el libro contenía muchas erratas, algunas de ellas incluso en la primera página.


-Existen escritores cuya producción, en extremo prolífica, nos hacen pensar que detrás de ellos existe no ya un negro literario, sino decenas de ellos trabajando a destajo. Y es que una vez obtenido el reconocimiento de un escritor, ¿no sería lógico pensar que una empresa creara toda una infraestructura de novelistas detrás para exprimir la gallina de los huevos de oro? A todos nos viene a la mente Stephen King, pero ya Alejandro Dumas, tenía algo parecido a un taller de novelas de fórmula, donde un descatacamento de negros literarios trabajaban para él por un sueldo mísero y comida.

En la novela El libro negro, de Giovanni Papini (1881-1956), se cuenta sobre la existencia de una empresa ficticia, denominada Novel´s Company Ltd. (cuyo principal accionista es un excéntrico millonario llamado Gog), que posee diversas secciones en las que varios especialistas se dedican por separado a crear personajes interesantes, a describir paisajes, a elaborar diálogos, a contar peripecias y demás, todo ello bajo la supervisión de un redactor experimentado que, después, une y armoniza las diversas partes para conseguir un resultado final.

El libro negro es un desfile de personajes verídicos (Molotov, Picasso, Wright, Dalí, Hitler, Valery, Huxley, Marconi, Lorca, Voronov) y de otros totalmente imaginarios: su trama es la exposición de problemas políticos, morales, sociales, psicológicos y teológicos.







-Las presentaciones de libros y hasta las giras para su promoción no son una cosa de ahora, propia de los tiempos modernos y las camapañas de márketing. Durante la época del Imperio Romano los editores colocaban en las puertas de sus tiendas unas curiosas listas con los títulos de los libros que poseían en el interior, con detalladas reseñas bibliográficas de su contenido. En los mismos lugares se organizaban tertulias sobre las novedades y recitaciones o lecturas públicas hechas por el propio autor, para así aumentar las ventas. Sólo les faltaba la lista de los más vendidos.

-Uno de los primeros libros de Derecho de la historia no estaba escrito en papel sino en una columna de diorita. trata del código de Hammurabi (s. XII a. de C.). Esta forma de editar un libro puede parecer primitiva. Sin embargo, durante uno de los períodos de máxima tensión de la Guerra Fría, ante la posibilidad de una hecatombe mundial, se llegó a considerar la necesidad de grabar en acero algunas de las obras literarias más importantes de la humanidad, para asegurar su conservación.

-Viva la obra anónima y abajo el autor. En el siglo XII, se consideraba que tener la capacidad de redactar un libro podía conducir al pecado de soberbia. La actividad científica más importante que se emprendía consistía en traducir los libros que habían legado los autores de la antigüedad. Cuando la Iglesia permitió que sus monjes compusieran obras literarias –exclusivamente de tipo religioso y moralizante– obligó a sus autores a dejarlas inéditas y a redactarlas en un estilo impersonal que no permitiera reconocer al autor, para que un posible éxito de las mismas no incitara al orgullo y a la soberbia de sus creadores.


-Esto me suena a los libros de magia de la Universidad Invisible de la saga de novelas de fantasía Mundodisco, de Terry Pratchett. Resulta que en la Edad Media, los libros de los primitivos colegios tenían que ser utilizados en las misma biblioteca, así que los libros, para evitar robos, estaban fijos por medio de cadenas. Por esa razón se les denominaba “libri catenati” (libros encadenados). Si tenía lugar algún préstamo por motivos especiales, el que se llevaba el libro debía dejar en depósito otro libro, que en el caso de no devolverse el libro prestado pasaba a formar parte del fondo de la biblioteca.

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