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domingo, 25 de septiembre de 2011

HELLRAISER: METAFISICA MODERNA

Hellraiser: METAFISICA MODERNA



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Pasada más de una década, el clásico de Clive Barker sigue siendo una de las películas de terror más influyentes del cine contemporáneo. Veamos el porqué en este interesante artículo que nos ofrece un nuevo colaborador...





Con el paso de los años, la obra maestra del cine de terror Hellraiser, los que traen el infierno (Hellraiser) se ha extendido a una cultura que vislumbra iconos pesadillescos y mitos capaces de estremecer conciencias desprovistas de emociones escalofriantes. El luminiscente héroe 'onírico-infernal' de los clavos en la cabeza (el eterno Pinhead), nacido en una inolvidable década tan proclive para el terror como fueron los 80, ha engrandecido su efigie a lo largo de dos décadas para pasar a ser uno de los iconos fundamentales del cine apocalíptico y sangriento. En 1987, la New World Pictures trajo al mundo la opera prima del que es uno de los genios más importantes de la literatura contemporánea, Clive Barker. En aquella se narraba la historia de Frank Cotton, un hombre que, aburrido de la vida cotidiana, viajaba a Oriente, donde un asiático le vendía una caja que, según la leyenda, le abriría las puertas del Infierno, ofreciéndole la posibilidad de disfrutar del placer y del dolor en una dimensión desconocida. La curiosidad de Frank provoca que resuelva el enigma de la caja con la aparición de los Cenobitas, seres infernales encargados de llevar la fruición del sufrimiento a quien los invoque. La casa en la que Frank fuera llevado al Infierno es habitada por su hermano Larry, su hija Kirsty y su segunda esposa, Julia. Frank revivirá recobrando su humanidad gracias a la ayuda de ésta última. Pero nadie contaba con la presencia de Kirsty, que entregará a su tío a los Cenobitas para salvar su alma del enigma que reside en el misterioso receptáculo...







Este era el comienzo de la saga Hellraiser, un fascinante viaje a través de la transformación del cuerpo humano y alma en su fase más salvaje, más dolorosa: placer y dolor en un solo concepto jamás experimentado por ningún hombre. Clive Barker estaba ya consolidado como uno de los herederos directos (y a la vez congéneres) de Stephen King cuando escribió esta inolvidable historia de horror, destinada a ser un clásico de dos ámbitos tan difíciles de vincular como son la literatura y el cine. El neófito realizador, al cual se le achacó en su momento su nula experiencia en el campo del celuloide, otorgó a la iconografía del fantaterrorífico (muy cerca del gore -aunque nunca incluida en este subgénero-) una profundidad temática y estética revolucionaria, recreando una novedosa visión del terror basado en la insania fría, distante y en muchos momentos aberrante, en la que cada elemento que rodea la historia tiene algo de lúgubre y desagradable. Cada uno de los personajes se muestra de forma tenebrosa y sólo existe una cierta equidistancia del público con respecto a la cándida Kirsty (la hermosa actriz de culto Ashley Laurence). El director y novelista dirigió esta opera prima sin tener un conocimiento exacto del lenguaje cinematográfico. Hecho que, si bien a veces evidencie una falta de control de la acción visual sobre el argumento, sirve para ofrecer una perspectiva cristalina del espíritu global de Hellraiser y su significado.







La aterradora serie supone un trayecto por el lado más oscuro hacia la esencia de la razón y de locura, para experimentar nuevas dimensiones del ser y del placer, personalizados en unos entes demoníacos (los legendarios Cenobitas) llamados para sobrecoger a las almas curiosas e imprudentes ante lo que puedan descubrir. La transformación como producto directo de los más ocultos miedos humanos es el verdadero significado de Hellraiser. La saga (seis entregas hasta la fecha) explora este miedo mostrando la consternación y la tribulación en momentos inolvidables gracias, en gran parte, a los excelentes efectos especiales de pura artesanía creados por Bobb Keen. Clive Barker definió el Infierno en la serie Hellraiser de una forma novedosa, más espiritual que fabulesca, muy diferente (pero a la vez paralela) a la creencia cristiana. En Hellraiser, aquellos que traen el averno destinan la voluntad humana a un caos de sufrimiento en el que la representación de las llamas eternas es sustituida por las torturas a las que someten los siniestros Cenobitas, descritos por el propio Barker como "demonios para algunos y ángeles para otros". El extenso universo generado por Barker está dominado por Leviatán, un dios ávido de torturas y deseos, materializado en un octaedro punzante. Y la única forma posible de abrir las puertas del Infierno, de acceder al Leviatán oculto, el que se esconde en nuestro morbo más escabroso, es a través de la resolución de un puzzle, un enigma inscrito en una caja llamada la 'Configuración del Lamento', que descubrirá los Milagros Negros y las Maravillas de la Oscuridad.







Clive Barker se acercó con el mito y la doctrina de aquella película a aspectos filosóficos hasta entonces poco abordados en el cine, basados más en la ideología de Jung -complejo entendido como constructor de los sueños y los síntomas- que en la factible teoría de Freud y su vertiente sexual. Hellraiser explora la colectividad inconsciente, en la que los sueños tienen tanta importancia como la realidad que nos rodea. Gracias al ingenio del escritor británico, el fantastique se aproximó al terror de una manera virtuosa, ejecutando un análisis introspectivo de esperanzas y miedos, de sueños y realidades. A pesar de tratarse de un filme relativamente pequeño (debido a su escaso presupuesto -un millón de dólares-), en su núcleo argumental esta obra cumbre incluye una deliberación de todo aquello que circunscribe los secretos de Ciencia, los enigmas de Lógica y la llama de Prometeo.







Hellraiser sirvió también para que muchos descubrieran una de las alegorías del género más carismáticas y menos conocidas de la tradición del terror. Reiterado el símbolo del psycho-killer mesiánico y enajenado que cometía sus barbaries en un mundo real y cotidiano (Jason Voorhes, Michael Myers o Leatherface), Barker optó por un ser infernal, dinámico, de personalidad arrolladora y de estética fastuosamente cuidada. Pinhead ('cabeza de alfiler' en su traducción literal) embelesó a los amantes de un género necesitado del cambio que transfirió esta cinta clásica. Muchos conocen a Pinhead, pero pocos saben que en realidad Barker le dio un pasado enigmático, ya que se trata del Capitán Elliout Spencer, un soldado que luchó en la Segunda Guerra Mundial. Después de la guerra, aburrido y en constante crisis, encontró la leyenda del Infierno, la caja que abre las puertas hacia la dimensión de placer y tortura. Con el paso de los años sería uno de los Cenobitas más carismáticos del Tártaro, pasando a ser conocido como Pinhead, pero también Pontífice Oscuro del Dolor, el Papa Negro de Infierno, Vasa Inquatitis o también Xipe Totec. En el Infierno de Hellraiser hay más Cenobitas iconográficos que mortificarán las almas que osen descubrir el enigma de la caja: son The Chatterer (que bate sus mandíbulas constantemente castañeando los dientes como si fuera una trituradora), Butterball, la Cenobita Ángel y el satánico Channard. El caso es que no sólo estos iconos tienen una leyenda propia en las páginas del ensayista inglés, llegando a escribir sus nombres con letras de oro en el género del terror, sino que el propio Clive Barker tendrá su lugar como uno de los maestros más incorruptibles de la historia de la literatura y el cine. Si no conocen Hellraiser es el momento de que abran la 'Configuración del Lamento'...







Mitología: El corazón de Hellbound







En el principio de los tiempos había un Orden Perfecto. El leviatán no era una deidad monstruosa, sino todo lo contrario, una majestuosa fuerza que, a modo de laberinto, atestiguaba la perfección humana y el bien absoluto, la libertad y la esencia del ser. Una creación perfecta de modelo y lógica, como era él. Pero llegó un momento en que nuestro mundo, caótico y colmado de guerras y tentaciones, fecundó con semillas de maldad un odio imparable, creció exponencialmente y precipitó las fronteras de nuestras propias dimensiones. Al principio, el Leviatán pudo detener el ataque, pero no todo iba a ser tan fácil. Extendiéndose a su propia esencia, creciendo adulterado, el propio Leviatán puso a prueba a sus enemigos creando al hombre, un ser débil lleno de miedos y sueños, carente de fuerza y exánime ante las tentaciones del mal. En el sueño del Hombre habría una voz suave. Ésta se oyó y susurró los secretos de Ciencia, los enigmas de Lógica, y la llama de Prometeo.







El hombre recibió con los brazos abiertos todo este torrente de conocimiento y lo usó para dominar el pensamiento moderno, para convertirse en dueño y señor de aquello que le rodeaba. El mundo dejó de ser una amenaza para el hombre. Ni los más recónditos lugares de los pensamientos oscuros atemorizaban al ser humano, ni siquiera aquellas mentes retorcidas capaces de hacer el peor de los males en este mundo. En el cosmos se impuso la llamada edad de la Razón, donde las puertas ya no permanecerían cerradas para el miedo, descubriendo las mentiras del 'Otro Lado', cosa que aprovecharon para saber aún más, para trazar nuevos conceptos jamás explorados por nosotros. Pero las puertas se cerraron y algunos enigmas nunca se resolvieron...







El mundo se volvió virulento por las Guerras, un hecho que favoreció el Orden de Leviatán, haciéndose cada vez más fuerte. La gran deidad visitó al Hombre una vez más en sus sueños. Encadenado por las leyes del Universo, limitó a éste a permanecer en su Laberinto, lleno de ilusiones y de visiones, haciendo de éstos su única realidad, lo que estaba a su alcance, como un ardid de todo lo que le rodea. Este Orden, a priori beneficioso para el ser humano, le inspiró para caminar, analizando y estudiando, el anverso de lo que otrora consideraron dioses. Es decir, las lunas y los planetas, las estrellas e inmensidad del espacio. Desde ese mismo instante, el hombre abrió los ojos y manifestó admiración, dejando para siempre de estar seguro del testamento de la Humanidad, de su propio conocimiento. Cada guerra necesita un ejército, y esta guerra de Caos no era diferente. Era la culminación de la carne del Hombre y, desde ese mismo instante, los oscuros espíritus del mundo de Leviatán, obteniendo sus objetivos, empezaron a aparecer en la conciencia humana. Espíritus sin edad, sin corazón y lo que era peor, inmortales. Condenados a ejercer su influencia en la mente humana, condenados a vagar por los pasillos del Laberinto. Estos diabólicos seres, estos entes serían llamados por el gran Leviatán los Cenobitas de su religión, con una misión muy clara: ayudarían a equilibrar y aplacar, de forma brutal e insana, el deseo y el dolor de la propia condición humana.







Sin embargo, los Cenobitas, no serían lo que en un principio podría pensarse de ellos. Recogiendo lo peor de todos los espíritus del Mundo de Leviatán, se unificó en varios entes con un solo líder, un espíritu que guió a los Cenobitas por el camino de la justicia y el castigo, apoderándose de cada alma a la que tenían acceso. El adalid de todos ellos vino a ser llamado 'Pin-Head', pero también, junto a su horda de componentes 'Cenobitas', se le asignaron varios nombres como 'Pontífice Oscuro del Dolor', 'Príncipe de la Dolencia' y el 'Papa Negro del Infierno'. Algunos lo llaman el 'Hijo del Favoured', 'Vasa Inquatitis' o 'Xipe Totec', que vino a asemejarse al dios azteca conocido como 'Nuestro Dios, el Desollado'. Aquellos que desconocen su existencia y se atreven a osar con la complacencia de la yuxtaposición de dolor y placer pasarán a formar parte del séquito de sus torturas, de la depravación más dolorosa que jamás imaginó el hombre, encerrado en una odisea de experimentación y libertinaje. La purgación de la carne es la misión de 'Pinhead', sujeto al Testamento de Leviatán, a las normas del Infierno. 'El placer es el Dolor y largo es su camino' es el emblema del hombre con 'alfileres en la cabeza'. Santo o impío, esta figura del Infierno sólo ejerce de preceptor a la hora de aplicar las normas que rigen Los Avernos, a dar la bienvenida a todo aquel que ose a abrir las puertas desde el mundo material, desde nuestro lado, en el que sólo el ser humano tiene la llave para acceder a los tártaros. Esa llave es la tentación, la excitación y la búsqueda del placer en sus infinitas formas. El Leviatán utiliza como elementos de proselitismo las debilidades humanas como el deseo, la obsesión o la avidez. Aquellos que traspasen las puertas de lo prohibido en estos conceptos, aquellos que soliciten experimentar placeres del Más Allá, nunca conocidos por el hombre, serán expiados de forma escabrosa por los Cenobitas. Esa forma accesible a los que no temen traspasarla, de explorar los placeres que van más allá de las maravillas oscuras y los milagros negros, trajo consigo un Guardián, una forma diabólica de imponer sus condiciones, de castigar a quien transfiriera los límites. Pero no necesariamente los 'Cenobitas', sino criaturas con el propósito de salvaguardar y proteger los enigmas infernales. Los enigmas, perfectamente ocultos, no entraron en el inicio de los tiempos como objetos físicos, sino que llegaron a nosotros como ideas, inspiraciones, sueños y visiones.







Una de estas visiones llegó en forma de escabrosa idea a un francés fabricante de juguetes que buscó durante toda su vida la forma de abrir las puertas de lo desconocido. Su nombre era Philip LeMarchand y fue el elegido infernal para dar a conocer el misterio de los misterios. LeMarchand construyó una pequeña caja en forma de cubo en la que introdujo todas las respuestas innombrables, con unas instrucciones específicas para usarlo. Fue él quien trajo a nuestro mundo la 'Caja de LaMarchand' y sus contenidos conocidos como las 'Configuraciones del Lamento'. La Caja fue reproducida de forma falsa varias veces, extendiéndose a lo largo y ancho del mundo, confundiéndose y perdiéndose en los confines del Universo, extendiendo la Leyenda del Leviatán hasta convertirlo en una profecía del mal. La caja cayó en manos de un veterano de la Gran Guerra llamado Elliot Spencer, con una cicatriz interna que le marcó para siempre. Desprovisto de inquietudes en un mundo material que aborrecía, Elliot pensó en vivir su apática vida postbélica (repleta de graves problemas psicológicos y trastornos varios) descubriendo nuevos placeres, sintiendo su existencia forzado a experimentar otras alternativas de erudición antigua. Cuando llegó a sus manos la mítica caja de LeMecharnd, no tuvo problemas en descubrir el enigma que le abriría las puertas del Infierno, los secretos para introducirse en un mundo paralelo al nuestro, para fundir su alma con el espíritu de 'Xipe Totec', volviéndose ambos uno sólo. Pasó a llamarse 'Pinhead' y se consolidó como el líder de la filosofía del Leviatán, pero con rasgos humanos y con ciertas gradaciones de incorruptibilidad a la hora de someter a juicio el alma que descubriera los secretos que un día hizo suyos. Una vez inmerso en el otro lado, una vez que traspasó las puertas, su carne se desgarró separándose su anterior personalidad y dejando la pureza de la ecuanimidad, la filosofía Cenobita, al emblema de la caja, a la consecuencia del Leviatán, del Amo. Las almas que caen en la tentación y entran en el cosmos del Leviatán no siempre encuentran la expiación de dolor y placer. A veces, los propios humanos sufren hasta el infinito y sirven como juguetes de los Cenobitas, sometiendo a éstos a un padecimiento jamás imaginado, condenados a vagar por los pasillos del laberinto para la Eternidad. Otros, por el contrario, logran hacer realidad sus propios infiernos personales mezclando tormento y dolor como catarsis a sus propios fantasmas. Entre todos estos espectros de dolor, el Levitan escoge a alguno de ellos para convertirlo en Cenobita. Pero muchos otros son absorbidos para licuar su sangre y sirva de componente del gran Diamante, del propio Leviatán.







Cuando un cuerpo humano se desgarra de este mundo, deja atrás una semilla. Un pequeño signo de su existencia, de la vida que ha perdido, pudiendo ser desde una gota de sangre o saliva, incluso de esperma... Una semilla que, si se nutre apropiadamente, es lo suficientemente lícita para devolver el alma del condenado. De la propia materia vital, el alma recobra su vida, alcanzando así un terrorífico nacimiento a partir de la esencia. Pero si esto sucede, si un alma escapa a los atrios del infierno, las leyes maléficas de los propios Cenobitas indican la posibilidad de acceder a nuestro mundo para dar caza y destruir a los prófugos de la maldad.

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